Crónica 6 de Pallasos en Rebeldía dende PalestinaCrónica 6 de Pallasos en Rebeldía desde Palestina
Onte chegamos a Nablus, o corazón da resistencia palestina. Os israelís chámana a fábrica palestina de terroristas e aquí atopeime por primeira vez coa morte. De camiño cara á nosa actuación nun campo de refuxiados próximo á cidade, nun adiantamento absolutamente temerario, o noso chofer perdeu o control e a unha velocidade vertixinosa saíuse da estrada chocando contra un edificio.
O coche quedou inservible e nós saímos vivos de milagre desa caixa de mistos polo noso pé, iso si, fomos axudados pola Media Lúa Vermella. O primeiro que fixemos nada máis ver que podiamos camiñar Laila e eu foi botarnos a rir e gastarlle bromas aos das ambulancias, de feito, cando nos pediron ir ao hospital eu respondín que non podiamos que tiñamos que ir facer unha actuación en 15 minutos e que logo xa veriamos se pasabamos por alí. Pero xa cos papeis asinados deime conta de que estaba Laila, e de que algún modo era responsable da misión, e como Isaac ía no outro coche el podería facer a función e nós ir ao hospital. Así que cambiei de idea e con todo asinado díxenlles que si que marchabamos ao hospital.
De camiño para alí deume por facer o xogo que me bautizou en Chiapas, o Lokonuk (cuelloloco) e fíxenlles un número de maxia que simula como o meu pescozo estala. ¡Que mala idea! Acabei entrando no hospital cun colariño incomodísimo e tombado na padiola.
A atención médica foi extraordinaria, por certo, por fin pescudei o meu tipo sanguíneo, e logo de ir dar parte á comisaría fomos para a casa da familia que nos acolle nesta cidade. Se na estrada case morro, na casa desta xente volvín nacer.
Son unha entrañable parella de anciáns que nos acollen cunha comida típica palestina exquisita. Desde que entramos todo son coidados, amabilidade, xestos de agarimo e respecto, pero para cando chegamos ás sobremesas, as historias que nos contas déixannos o corazón xeado.
Nesa casa entrou (como na maioría dese barrio) o exército israelí ducias de veces para mantelos retidos e utilizalos de escudo humano diante da resistencia armada palestina. Ao fillo disparáronlle mentres estaba na terraza estudando, e de camiño ao hospital pillárono, espírono, déronlle unha malleira e tivérono 6 horas desangrándose, ata que a súa nai atravesou o cordón militar enfrontándose ao exército e conseguiu finalmente liberalo e sacalo a pé ata o hospital porque non deixaban pasar a ambulancia.
Esa mesma muller que nos serve o té que se parece enormemente á miña avoa, esa nai de coraxe, case a matan mentres rezaba. Un dos versos do Corán no que se agachaba salvouna do disparo, que quedou inmortalizado no armario de roupa que está na habitación principal da casa, onde por certo, pasamos a noite, mirando para os buracos de balas do tellado.
Mentres iamos para a cama, o fillo deunos as últimas indicacións do que debiamos facer se entraban de novo os soldados israelís. Noite si e noite tamén toman a cidade a partir das 12 da noite e van entrando arbitrariamente nas casas para humillar, maltratar e roubar a sociedade civil.
Espértome pola mañá e vexo que sigo vivo, que os militares non entraron esta noite na cidade e non houbo máis disparos na casa, esperto e vexo que sigo vivo e que a xente nesta cidade segue coa súa día a día, sabendo que ese pode ser o último.
Esperto e algo en min cambiou. Parece que a vida é distinta cando cada día convértese nun presente.
Esta noite volveremos a esa casa, a esa habitación con rastros da violencia xudía e volverei pechar os ollos sen saber se cando os abra terei un neno sionista apuntándome cun 16 mm.Ayer llegamos a Nablus, el corazón de la resistencia palestina. Los israelís la llaman la fábrica palestina de terroristas y aquí me encontré por primera vez con la muerte. De camino hacia nuestra actuación en un campo de refugiados cercano a la ciudad, en un adelantamiento absolutamente temerario, nuestro chófer perdió el control y a una velocidad vertiginosa se salió de la carretera chocando contra un edificio.
El coche quedó inservible y nosotros salimos vivos de milagro de esa caja de cerillas por nuestro pie, eso sí, fuimos ayudados por la Media Luna Roja. Lo primero que hicimos nada más ver que podíamos caminar Laila y yo fue echarnos a reír y gastarle bromas a los de las ambulancias, de hecho, cuando nos pidieron ir al hospital yo respondí que no podíamos que teníamos que ir a hacer una actuación en 15 minutos y que luego ya veríamos si pasábamos por allí. Pero ya con los papeles firmados me di cuenta de que estaba Laila, y de que algún modo era responsable de la misión, y como Isaac iba en el otro coche él podría hacer la función y nosotros ir al hospital. Así que cambié de idea y con todo firmado les dije que sí que marchábamos al hospital.
De camino para allí me dio por hacer el juego que me bautizó en Chiapas, el Lokonuk (cuelloloco) y les hice un número de magia que simula como mi cuello estalla. ¡Qué mala idea! Acabé entrando en el hospital con un collarín incomodísimo y tumbado en la camilla.
La atención médica fue extraordinaria, por cierto, por fin averigüé mi tipo sanguíneo, y después de ir a dar parte a la comisaría fuimos para la casa de la familia que nos acoge en esta ciudad. Si en la carretera casi muero, en la casa de esta gente volví a nacer.
Son una entrañable pareja de ancianos que nos acogen con una comida típica palestina exquisita. Desde que entramos todo son cuidados, amabilidad, gestos de cariño y respeto, pero para cuando llegamos a los postres, las historias que nos cuentas nos dejan el corazón helado.
En esa casa entró (como en la mayoría de ese barrio) el ejército israelí docenas de veces para mantenerlos retenidos y utilizarlos de escudo humano delante de la resistencia armada palestina. Al hijo le dispararon mientras estaba en la terraza estudiando, y de camino al hospital lo pillaron, lo desnudaron, le dieron una paliza y lo tuvieron 6 horas desangrándose, hasta que su madre atravesó el cordón militar enfrentándose al ejército y consiguió finalmente liberarlo y sacarlo a pie hasta el hospital porque no dejaban pasar la ambulancia.
Esa misma mujer que nos sirve el té que se parece enormemente a mi abuela, esa madre de coraje, casi la matan mientras rezaba. Uno de los versos del Corán en el que se agachaba la salvó del disparo, que quedó inmortalizado en el armario de ropa que está en la habitación principal de la casa, donde por cierto, pasamos la noche, mirando para los agujeros de balas del tejado.
Mientras íbamos para la cama, el hijo nos dio las últimas indicaciones de lo que debíamos hacer si entraban de nuevo los soldados israelís. Noche sí y noche también toman la ciudad a partir de las 12 de la noche y van entrando arbitrariamente en las casas para humillar, maltratar y robar la sociedad civil.
Me despierto por la mañana y veo que sigo vivo, que los militares no entraron esta noche en la ciudad y no hubo más disparos en la casa, despierto y veo que sigo vivo y que la gente en esta ciudad sigue con su día a día, sabiendo que ese puede ser el último.
Despierto y algo en mí cambió. Parece que la vida es distinta cuando cada día se convierte en un presente.
Esta noche volveremos a esa casa, a esa habitación con rastros de la violencia judía y volveré a cerrar los ojos sin saber si cuando los abra tendré un niño sionista apuntándome con un 16 mm.